Soy una incomprendida. Alguien raro en un mundo de normales, o la única normal en un mundo de raros. Soy una de esas personas que se pregunta cosas que a la mayoría de la gente le da igual, que concede importancia a algo que los demás ignoran, y que ignora por qué extraño motivo el mundo concede tanta importancia a determinadas cosas. También soy un poco loca, o considerando quizás la proporción en el mundo, ustedes son los locos y no yo.
Cuando sos chico todo es más fácil. Nada te podía pasar, eras inmortal, tenías miedo, más miedos que ahora, pero te animabas a hacer muchas más cosas, quizás más cosas que ahora. Cuando eras chico ignorabas un montón de cosas, tenías menos preocupaciones, ya que había cosas que realmente no te importaban. La felicidad estaba en cualquier cosa, tus amigos eran tus amigos y no te iban a traicionar, nadie te iba a hacer mal, todo era más sincero. Si algo te caía bien, te caía bien. Si algo te caía mal, te caía mal. Nada de hipocresía. Nada de falsedad. Podías tener mil amigos y confiabas en todos ellos, y cualquiera de ellos podía ser tu mejor amigo. Por siempre. Para siempre. La eternidad era infinita. Hasta las peores situaciones se solucionaban en una tarde. Nada podía ser tan malo. Y todo podía ser tan bueno...